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ATENCIÓN DE PRIMER NIVEL EN SALUD: UN PACIENTE EN SALA DE EMERGENCIA
Por ComexPerú / Publicado en Septiembre 27, 2019 / Semanario 1001 - Economía
Recientemente, en el Semanario 998, señalamos cómo el ritmo de la inversión pública debe aumentar para cerrar la brecha de infraestructura de acceso básico 2019-2038 para los sectores de agua y saneamiento, educación y salud. Este último sector es el más crítico, pues, de mantener los mismos niveles de inversión anual de los anteriores cinco años, el cierre de su brecha se alcanzaría no en veinte, sino en treinta y cinco años.
Dicho esto, cabe resaltar que la brecha en salud, de acuerdo con la metodología descrita en el Plan Nacional de Infraestructura para la Competitividad (PNIC), abarca en esencia la infraestructura correspondiente a hospitales. Se trata entonces de un reflejo de la carencia que tiene el país en materia de establecimientos de salud (ES) de segundo y tercer nivel de atención[1] (aquellos de complejidad media hasta la más alta). ¿Qué ocurre con los establecimientos de primer nivel?
El primer nivel de atención (categoría I-1, I-2, I-3 y I-4) consiste en el punto de encuentro más directo que tiene el ciudadano de a pie con el sistema de salud. Se trata del conjunto de postas, consultorios y centros médicos donde se diagnostican y tratan las enfermedades más frecuentes, además de promover la prevención de riesgos para la salud a un nivel comunitario y familiar. En ese sentido, los establecimientos de primer nivel cumplen (o, al menos, deberían cumplir) el rol de evitar que cualquier afección alcance niveles críticos.
Lastimosamente, en el Perú, el primer nivel de atención deja mucho que desear, comenzando por su infraestructura. En abril de este año, el Ministerio de Salud (Minsa) publicó un informe del estado de los ES para todos los niveles de atención (Resolución Ministerial 358-2019/MINSA) y determinó que, para los de categoría I, nada menos que el 55% del total cuenta con una capacidad instalada inadecuada. Es decir, más de la mitad posee una infraestructura precaria, equipamiento obsoleto, inoperativo o insuficiente[2]. De forma desagregada, cinco departamentos tienen un porcentaje mayor que el promedio nacional, entre los cuales el más crítico es Madre de Dios, donde todos los establecimientos de primer nivel carecen de una infraestructura adecuada (le siguen Apurímac, con el 75%; Cusco, con el 66%; Lima, con el 63%, y Amazonas, con el 58%).
FALENCIAS POR TODOS LADOS
En el caso de estos cinco departamentos, si observamos la ejecución presupuestal destinada al primer nivel de atención podemos notar que solo Apurímac y Cusco han incrementado la inversión promedio por ES en los últimos años, mientras que Amazonas solo tuvo un repunte en 2018 (+S/ 20,000) y Lima se ha mantenido en caída libre. De este grupo, Madre de Dios es el departamento que menos invierte por cada ES, y es alarmante que la inversión promedio en 2016 fue ¡igual a cero!
Por otro lado, vemos una gran disparidad entre Lima y el resto en cuanto al gasto en mantenimiento por ES. No obstante, un bajo gasto de por sí es grave, ya que refleja que no se emplean recursos suficientes para conservar las instalaciones en un estado óptimo. Con sus bajos niveles de inversión y mantenimiento, el resultado en Madre de Dios ya no es una gran sorpresa.
Por si fuera poco, sumada a una infraestructura deficiente y un gasto que no se condice con la realidad, el primer nivel de atención adolece también de serios problemas operativos. Como mencionamos en el Semanario 1000, existe un desabastecimiento crónico de medicamentos en nuestro sistema de salud, y en este apartado solo un 9.9% de los establecimientos de primer nivel cuentan con una cantidad óptima de medicamentos esenciales.
En adición, de acuerdo con un reporte elaborado por la Contraloría General de la República, Operativo Control Salud 2016, en el que se inspeccionaron 1,575 ES de categoría I en todo el país, se encontró que un 48% no contaba con el personal mínimo requerido, un 44% carecía de servicios básicos (agua, desagüe y energía eléctrica), un 23% incumplía los horarios de atención o presentaba dificultad en el acceso al público, entre otras falencias.
A raíz de esta evidencia, queda claro que el primer nivel de atención de salud está en condiciones precarias. La consecuencia directa de esto la pagan los pacientes, quienes no pueden acceder a una atención oportuna, lo cual los lleva a incurrir en costos monetarios y no monetarios (como el tiempo) para recibir servicios de mayor complejidad en hospitales o salas de emergencias. Y estos últimos también cuentan con sus propias carencias en términos de personal, calidad de servicio, disponibilidad de medicamentos, etc.
Por ende, es necesario repotenciar el primer nivel de atención. Si bien en términos de proyectos de inversión el PNIC está marcando la pauta, no por ello el Minsa debiera aventurarse a una construcción “sin igual” de hospitales y dejar de lado algo tan básico como la atención de un ciudadano en una posta médica, donde hemos visto que el Estado ofrece un servicio que deja muchísimo que desear. En ese sentido, ¿por qué no intentar adaptar las mejores prácticas que ha dejado el sector privado en los modelos de bata gris o bata blanca en el primer nivel de atención? Este ha demostrado que está más que preparado para atender de forma segura y eficiente la demanda de pacientes. ¡Que prime el bienestar de todos los peruanos!
[1] Hospitales y clínicas de atención general o con mayor especialización (categorías II-1, II-2 y II-3) y aquellas con mayores unidades productoras de servicios de salud y servicios en general e institutos especializados (categorías III-1, III-2 y III-3).
[2] A partir de la información actualizada hasta febrero de 2019 del Registro Nacional de las Instituciones Prestadoras de Servicio de Salud.
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