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Cuando no pienses en volver
Por ComexPerú / Publicado en Septiembre 11, 2017 / Semanario 905
A partir de los
resultados de una reciente encuesta elaborada por Ipsos, el país no parece ser
atractivo para muchos peruanos y ello se vería reflejado en el creciente deseo
que tendrían de vivir en el extranjero. De hecho, se pueden observar cuatro
secciones claras con distintos patrones (de 1992 a 2000, de 2001 a 2005, de
2006 a 2011 y de 2013 en adelante), lo que responde a diversos factores
sociales y económicos presentados en cada etapa.
La historia
En primer lugar,
recordemos la etapa previa, año 1990, cuando el Perú se encontraba en plena
transición de gobierno, devastado por una fuerte crisis determinada por el
terrorismo y la hiperinflación heredados del primer Gobierno del presidente
García. A partir de ello, resulta obvio por qué, previo a 1992, los ciudadanos
tenían el deseo de emigrar. El país estaba en su peor época, pues el Gobierno anterior,
entre otras atrocidades, hizo un pésimo uso de la política monetaria y, en
consecuencia, generó escasez de productos básicos. Asimismo, en las calles se
podía percibir la inseguridad, producto de los constantes ataques terroristas.
Era un ambiente nada propicio para los ciudadanos e inversionistas.
Posteriormente, con el
país sometido a una serie de reformas, mejoró. En esencia, se promulgó una
nueva Constitución que dispuso un marco legal clave para el reposicionamiento
de la economía peruana y la autonomía e independencia del Banco Central de
Reserva. Asimismo, se liberalizaron los precios, se flexibilizaron las barreras
de entrada y salida de capitales, y se eliminaron progresivamente los aranceles
y la prohibición de importaciones. Todo ello impulsó el libre mercado y la
inversión, por lo que, hasta el año 2000, el país parecía más atractivo para
los peruanos. Sumado a lo anterior, la caída del cabecilla de Sendero Luminoso
daba señales de ánimo entre la población. No obstante, hacia 2005, el deseo de
permanecer en el país volvió a disminuir, pues, a pesar de crecer alrededor del
5% anualmente, la tasa de pobreza seguía siendo alta (55%) y las oportunidades
tangibles no se reflejaban del todo en la población. Cabe recordar que, entre
los años 1997 y 2001, se produjeron una serie de crisis económicas que
golpearon a los países en desarrollo, como el nuestro: crisis financiera rusa (1998),
efecto samba (1999), crisis argentina (2001), crisis de los puntocom (2001),
entre otros.
Desde 2006 hasta 2011,
el Perú volvió a recuperar la confianza de sus ciudadanos y es que la economía
registraba un fuerte dinamismo. Se aprovecharon los precios de los metales en
el mercado internacional y el PBI creció un 6.7% en promedio, esencialmente por
el incremento de las exportaciones (10.1% promedio anual). Esta bonanza se vio
reflejada en el aumento del índice de empleo y la reducción de la tasa de pobreza
(-21.3 puntos porcentuales acumulado), que se manifestó en un aumento de la
clase media. Sin embargo, este optimismo se desvanece claramente a partir de
2013 y continúa hasta hoy, cuando la población limeña que desea emigrar es
mayor a la población que no desea hacerlo, muy probablemente como respuesta a
la desaceleración económica, menores inversiones y a un descontento social,
justificado o no, al cual el Estado no le hace frente como debería.
El panorama actual
parece no satisfacer las esperanzas de los ciudadanos; de hecho, las
expectativas de crecimiento del PBI han caído para 2018 (del 4.3%, al 30 de
junio de 2016, al 3.7%, al 30 de junio de 2017). Asimismo, como hemos
mencionado en ediciones anteriores (semanarios N.° 902 y N.° 901), las inversiones
vienen cayendo, así como el empleo, en especial el de los jóvenes entre 14 y 24
años. Aparte de los factores económicos mencionados, existen factores sociales
que desmotivan a la población. Entre ellos está la tan politizada seguridad
ciudadana, así como las huelgas cuyo índice se ha incrementado un 66.7% entre
2012 y 2016. Asimismo, vemos cómo servicios básicos como lo son la educación y
la salud no están en su mejor momento (ver Semanario N.° 901).
Por otro lado, debemos
tener en cuenta que la emigración no resulta beneficiosa para el país, pues se
estaría dando la denominada “fuga de cerebros”, con la consecuente caída de la
productividad de nuestra economía, tal como sucedió en los años previos a los
90. Cabe resaltar que aún no podemos recuperar la población que emigró en ese
entonces, a pesar de la Ley N.° 30001, cuyo objetivo era facilitar el retorno y
la reinserción de los connacionales en la economía peruana.
La gente necesita
volver a creer en el Perú y para ello deben mostrarse medidas sólidas que
alienten un buen futuro económico y social. El Ejecutivo y el Congreso de la
República deben llegar a acuerdos en beneficio de la población y así garantizar
una buena calidad de vida que propicie la permanencia de los ciudadanos. El
hecho de que la gente opte por emigrar no es un buen síntoma de la situación
que se vive en el país y por ello se necesitan reformas estructurales que
vuelvan a recuperar el optimismo, como la reforma laboral que tanto ansiamos
todos. ¿Para cuándo?
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