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EL COSTO DE NO INVERTIR EN COMPETITIVIDAD

Por ComexPerú / Publicado en Junio 19, 2020 / Semanario 1030 - Economía

El Perú se ubicó en el puesto 52 de las 63 economías evaluadas en el Ranking de Competitividad Mundial 2020, elaborado por el Institute of Management Development de Suiza. Este ranking mide la capacidad de los países para generar prosperidad con todos los recursos disponibles y las competencias de su economía. Para ello, evalúa cuatro principales pilares: desempeño económico, eficiencia de gobierno, eficiencia de negocios e infraestructura. Cada pilar se analiza por medio de cinco factores y, a su vez, cada factor está determinado por indicadores.

Si bien este año logramos escalar tres posiciones con respecto al año anterior, los resultados no son del todo alentadores si observamos el puntaje obtenido, el cual cayó de 57.2 a 54.9 (sobre 100 puntos). Esta variación negativa se explica por un menor registro en los pilares desempeño económico e infraestructura. Este último, que analiza el grado en que los recursos básicos, tecnológicos, científicos y humanos satisfacen las necesidades de los empresarios, resulta más alarmante, ya que nos ubicamos en los últimos lugares entre todos los países evaluados (puesto 60). El bajo desempeño de la inversión en infraestructura evidencia nuestra debilidad en cuanto al desarrollo de ciencia y tecnología, en educación y, principalmente, en salud y ambiente. Y los costos de esta baja inversión se reflejan en la limitada capacidad de respuesta que tenemos ante la COVID-19.

 

Estos datos representan un diagnóstico más sobre la pérdida de competitividad que venimos registrando en los últimos años. Y esto no es novedad, ya que de acuerdo con los resultados del Reporte de Competitividad Global 2019, elaborado por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), el país ocupó la posición 65 de los 141 países evaluados el año pasado, dos puestos menos que en la edición de 2018 (ver semanarios 1004 y 1003).

En cuanto al pilar de infraestructura, según el reporte del WEF, en 2019, ocupamos el puesto 88, dos posiciones por debajo del resultado obtenido en 2018 (ver Semanario 1007). De esta manera, nuestro país se ubicó en el tercio inferior en cuanto a conectividad de vías, calidad de infraestructura en carreteras, así como en acceso a la electrificación. Esto es preocupante si consideramos que todos estos indicadores están directamente relacionados con el acceso a oportunidades económicas, educativas y de salud en las zonas más alejadas del territorio nacional.

Estas cifras reflejan el deterioro del Perú en términos de competitividad, un problema que ahora nos está pasando factura y que no puede pasar desapercibido. Por ejemplo, en materia de infraestructura en salud, la emergencia nacional ha corroborado que aún queda mucho por mejorar. A inicios de 2020, el 77.8% de establecimientos de salud de atención primaria contaban con una capacidad instalada inadecuada y la cifra ascendía al 51% en el caso de los hospitales (ver Semanario 1024). Esto muestra que no solo es necesario invertir más en infraestructura, sino hacerlo óptimamente, apuntando a incrementar la capacidad de atención en todo el sistema de salud. Por ello, debemos tener presente que la importancia de los indicadores presentados radica en su uso para identificar y priorizar los temas a tratar en aras de incentivar el dinamismo de nuestra economía y bienestar social.

Esta pandemia nos desafía a invertir en una mayor capacidad productiva que asegure un desarrollo a largo plazo. Que los resultados presentados no queden como un número más de los retos por enfrentar para implementar medidas de impulso a la competitividad, sino que nos orienten a construir la infraestructura que permita reducir brechas y costos, optimizar el desempeño de las industrias, y abrir más y nuevos mercados en beneficio de todos los peruanos.

Por ello, las políticas por implementar deberán asegurar un mayor nivel de competitividad para conseguir el crecimiento económico sostenido que necesitaremos en el periodo poscrisis. Si bien la estrategia más reciente del Gobierno, el programa Arranca Perú, es positiva, se trata de un impulso en proyectos y actividades de S/ 6,500 millones. En comparación, la cartera de proyectos en asociaciones público-privadas (APP) equivale a US$ 5,516 millones[1]. Y no se trata de cualquier tipo de proyectos, pues tienen un impacto económico más que relevante, que trae consigo no solo una mayor producción, por los aumentos en productividad, capacidad instalada, menores costos, mejor logística y más; sino que también garantizan un mayor bienestar en términos de empleo, reducción de la pobreza, mayor acceso a servicios básicos y conectividad para la población más cercana.

En ese sentido, tampoco debemos dejar de lado las hojas de ruta aprobadas hace menos de un año, como el Plan Nacional de Competitividad y Productividad y el Plan Nacional de Infraestructura para la Competitividad. Ambos documentos son la oportunidad que tenemos para que la reactivación económica logre acortar, por ejemplo, las brechas de infraestructura básica que tanto nos aquejan y nos están costando en esta crisis. Empecemos a construir y hagámoslo bien.


[1] Monto total de los 23 proyectos maduros considerados en el último portafolio de proyectos de ProInversión. 

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