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Exportaciones textiles de capa caída
Por ComexPerú / Publicado en Febrero 27, 2017 / Semanario 881 - Actualidad
El
comercio internacional ha sido, desde décadas pasadas, un motor que impulsa el
desarrollo económico de las naciones. Por esta razón, los países en desarrollo
abren sus economías para aprovechar al máximo las oportunidades que brinda la
integración al mundo. Sin embargo, frente a esto, existe un grupo de
empresarios y académicos que, pecando de proteccionistas, sostienen que la
apertura comercial perjudica la industria local. A propósito, en las últimas
semanas, el Gobierno peruano anunció el próximo inicio de negociaciones de un
acuerdo comercial con la India, lo que no ha sido bien recibido por algunos
empresarios, particularmente del sector textil-confecciones, quienes sostienen
que su sector no está preparado para competir y que un eventual acuerdo con
dicho país terminaría por hacer desaparecer la industria.
En décadas
pasadas, este sector fue uno de los más emblemáticos de nuestra economía; sin
embargo, en los últimos años, ha experimentado un decrecimiento considerable.
Así, en 2016, se exportó un total de US$ 1,196 millones en textiles, lo que
significó una caída del 10.1% con respecto al valor exportado en 2015. Cabe
resaltar que, si bien las exportaciones del sector con destino a los EE.UU. se
incrementaron (+0.26%), dicho resultado no compensó la caída de nuestros envíos
a una gran cantidad de mercados como Colombia (-10.5%), Chile (-10%), Ecuador
(-30.1%) y Brasil (-42.1%). Con esto, ya son cuatro años consecutivos que las
exportaciones del sector experimentan una caída.
Frente
a esto, en la actualidad, la India se proyecta como una de las potencias
emergentes más importantes a nivel mundial. Según cifras del Banco Mundial,
entre 2011 y 2016, tuvo una tasa de crecimiento promedio del 7% y se espera que
crezca a tasas del 7.6% en los próximos años (ver Semanario
N.° 876). Este mercado representa una gran
oportunidad para nuestra oferta exportable, principalmente en productos
agrícolas como el café (US$ 3.5 millones) y las uvas (US$ 1.5 millones), de los
cuales India registra importaciones por US$ 118.5 millones y US$ 12.9 millones,
respectivamente.
Quienes
se oponen al acuerdo con la India, sostienen que este sería sumamente
perjudicial para la industria textil y hacen referencia al daño que habría
ocasionado la apertura comercial, en particular con China. Nada más alejado de
la realidad, puesto que nuestro sector textil adolece de problemas
estructurales y de regulación, los cuales van más allá de los acuerdos
comerciales, afectan su competitividad y dificultan el posicionamiento de su
oferta exportable en el mercado externo.
Por
ejemplo, tomemos el caso del algodón, materia prima fundamental para el sector,
cuya oferta nacional es insuficiente. De acuerdo con el Ministerio de
Agricultura y Riego (Minagri), la producción de algodón sin desmotar (en Ica,
Lambayeque y Piura) se redujo un 35% solo en 2016. Asimismo, debido a la
moratoria al ingreso de semillas y productos genéticamente modificados
establecida en el Gobierno anterior (ver Semanario N.° 802),
nuestro país no puede apostar por la introducción de semillas genéticamente
modificadas, que harían a los cultivos más resistentes frente a ciertos
insectos y plagas, lo que mejoraría su productividad. Si bien el costo de las
semillas modificadas es relativamente mayor que el de las tradicionales, se
disminuye el uso de pesticidas en gran cantidad, lo que genera un mayor ahorro
para la cadena de textil y confecciones (ver Semanario N.° 868).
De
otro lado, tenemos el caso del contrabando y la subvaluación, actividades
ilícitas que hacen mucho daño a la economía en general y a la industria textil
y de confecciones en particular, y que urge enfrentar decididamente.
A
pesar de lo anterior, aquellos que se oponen a la idea de seguir integrándonos
con el mundo, a través de un acuerdo comercial con la India, deben recordar que
cada negociación se plantea según sus propias particularidades, por lo que el
Gobierno establece medidas que permiten salvaguardar determinados intereses
nacionales, como plazos mayores de desgravación y establecimiento de cuotas o
exclusiones, tal como sucedió en el acuerdo comercial con China para
determinadas partidas del sector textil y confecciones. Es decir, para el caso
de China, con acuerdo o sin acuerdo, el escenario del sector sería el mismo,
por lo que no se debería responsabilizar a la apertura comercial de la
situación negativa que atraviesa el sector.
No caigamos en los
mismos argumentos proteccionistas de antaño, que han probado ser falaces. Lo
adecuado no es limitar la oferta internacional de productos en el país, sino
hacer más competitivo el sector textil nacional mediante reformas estructurales
y regulatorias, así como mayor inversión. Este sector no puede quedar condenado
al olvido, solo le queda adaptarse para sobrevivir. Innovar, le llaman.
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