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Llamado de emergencia… ¿a la corrupción?
Por ComexPerú / Publicado en Marzo 27, 2017 / Semanario 885 - Actualidad
De
acuerdo con el artículo 137 de la Constitución Política del Perú, el estado de
emergencia es un régimen de excepción que se declara en casos de perturbación
de la paz o del orden interno, de catástrofe o de graves circunstancias que
afecten la vida de la nación. A raíz de los recientes desastres naturales en
nuestro país, diversas voces propusieron al presidente Kuzcynski establecer el
estado de emergencia a nivel nacional. ¿Por qué se considera necesario? Pues,
de acuerdo con la Ley de Contrataciones del Estado y su Reglamento, en estas
circunstancias se permite que las instituciones públicas realicen
contrataciones directas para atender a la población. Esto sería razonable, dado
que el tiempo es un recurso escaso, más aún frente a desastres naturales como
los que actualmente vivimos; sin embargo, declarar el estado de emergencia
generalizado en un contexto de investigación por actos de corrupción a todo
nivel de gobierno sería contraproducente e innecesario. Veamos por qué.
El
Perú es un país con un largo historial de corrupción, el cual no ha hecho más
que acrecentarse en los últimos años. De hecho, en el Índice de Percepción de
Corrupción 2016, elaborado por Transparencia Internacional, nuestro país ocupó
la posición 101 de 176 países, con lo que retrocedió 13 posiciones respecto al
índice de 2015. Cabe mencionar que venimos retrocediendo en este ranking desde 2008, cuando ocupábamos la
posición 72 (ver Semanario N.° 880),
lo que se condice con nuestros bajos índices de institucionalidad. Esto último
se refleja en nuestra ubicación en el ranking
del Índice de Competitividad Global 2016-2017, en lo que respecta al pilar
institucional: 106 de 138 países.
La
corrupción representa altos costos para las economías. De acuerdo con cifras
del Banco Mundial, el costo de realizar negocios en un país aumenta un 10% por
la corrupción y genera un sobrecosto del 25% en las contrataciones estatales.
Asimismo, según el Informe Final de la Comisión Presidencial de Integridad
2016, en nuestro país se pierden S/ 12,600 millones por prácticas de
corrupción, lo que equivale casi a un 10% del Presupuesto General de la
República en 2016 y a más del 2% del PBI. Una cantidad que, sin duda, se pudo
haber utilizado para gestionar proyectos en beneficio de los ciudadanos, por
ejemplo, en educación, salud, seguridad, entre otros.
Por
otro lado, el impacto de la corrupción no solo se traduce en sobrecostos en
contrataciones estatales, sino también en el sector privado y la pérdida de
valor público de las obras mal construidas o inútiles, así como el costo del
esfuerzo del Estado para luchar contra la corrupción y las pérdidas por robo de
recursos de todos los peruanos. Esta situación es preocupante, más aún si se
toma en cuenta la menor confianza en las instituciones públicas y la
ineficiencia, pues el costo de la corrupción se traslada a los ciudadanos, por
ejemplo, al tener que refinanciarse obras mal hechas. No sorprende entonces
que, en el Índice de Competitividad Global 2016-2017, el Perú se encuentre en
el puesto 67 de 138, por detrás de países como Colombia (61) y Chile (33), y que
entre las principales trabas para realizar negocios en el país esté la
corrupción.
Si
el país ya sufre este problema, establecer entonces un estado de emergencia
nacional podría agravar la situación. Esto se debe a que, de acuerdo con la
Contraloría General de la República (CGR), la mayor cantidad de casos de
corrupción se dan por adjudicaciones directas, pues en dicho contexto no se
exige un análisis previo de la rentabilidad social generada con la intervención
de los proyectos, por lo que la mayor discrecionalidad es aprovechada para
delinquir.
Además,
de acuerdo con declaraciones del presidente Kuczynski, el Estado cuenta con los
recursos para atender este tipo de emergencias. Así, se ha anunciado que se
destinarán S/ 2,500 millones para emprender los trabajos de reconstrucción (ver
Semanario N.° 884).
Por lo tanto, habría que tener cabeza fría antes de solicitar a viva voz la
declaratoria de estado de emergencia nacional.
Dicho
esto, es evidente que la corrupción es un problema social grave en nuestro
país. ¿Qué hacer al respecto? Ante todo, debemos fortalecer las instituciones y
asegurar la transparencia de los procesos de inversión. Respecto a esto último,
de acuerdo con la CGR, se deben evitar sobrecostos excesivos sobre presupuestos
para proyectos de inversión. Por otra parte, los Gobiernos regionales y
municipales podrían utilizar tableros de indicadores que les permitan
monitorear los procesos de inversión para identificar desviaciones en los mismos.
Además, se debe reducir la impunidad y promover simplificaciones en procesos
judiciales, que duran 7.5 años para casos complejos.
Los desastres
naturales no dan tregua y el Perú es testigo de ello. El Estado cuenta con los
recursos para hacer frente a los desastres, por lo que un estado de emergencia
nacional no necesariamente sería la respuesta inmediata que solucione por arte
de magia la situación que atraviesa nuestro país. Que la “reconstrucción” de
Pisco no sea el ejemplo a seguir.
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