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Minería y protestas sociales: ¿relación directa?
Por ComexPerú / Publicado en Mayo 01, 2017 / Semanario 889 - Actualidad
En el Perú, la
actividad minera es un componente importante en la estructura del PBI,
específicamente por su importancia en la inversión y el carácter exportador.
Este sector ha liderado el crecimiento y genera empleo y rentas, los cuales
deberían ser finalmente canalizados para el bienestar de la población. Tan solo
en 2016, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística e
Informática (INEI), el sector minero contribuyó en 1.94 puntos porcentuales
(pp.) al crecimiento del 3.9% del PBI nacional. Asimismo, entre 2005 y 2016, el
sector generó, en promedio, S/ 3,655 millones anuales en cuanto a impuesto a la
renta de tercera categoría; y si bien representó un 5% de la base tributaria en
2016, en 2007 llegó a alcanzar el 49%.
De esta manera,
la minería contribuye al desarrollo local mediante mecanismos de retribución en
infraestructura y desarrollo, debido a los empleos directos e indirectos que
genera, así como por la inversión realizada. Uno de los principales factores
que favoreció al sector fueron los precios internacionales. Entre 2004 y 2013,
por ejemplo, el precio internacional del cobre aumentó en 2 pp. al año, y el
del oro en 2.32 pp., según cifras del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).
Este aumento sostenido de los precios internacionales de los minerales
favoreció el crecimiento económico de países exportadores de commodities, entre ellos el Perú.
El contexto
planteado generó mayores incentivos para invertir dentro del país durante el
denominado “boom” minero. Según
cifras del Ministerio de Energía y Minas (MEM), la inversión minera alcanzó su
pico en 2013, con US$ 9,940 millones, y entre 2007 y 2013 demostró un
crecimiento anual promedio del 41.3%. Esto fue aprovechado por el Estado
mediante las mayores rentas captadas, para ser utilizadas en programas y
proyectos de desarrollo. Específicamente, el instrumento diseñado para llevar a
cabo esta redistribución fue el canon, que se recauda a partir de las
utilidades mineras y se reparte para ser ejecutado en proyectos de
infraestructura por los Gobiernos locales y regionales, como parte de su
presupuesto anual (Ley N.º 27506). Sin embargo, durante el mismo periodo se dio
un aumento significativo en el número de conflictos sociales, especialmente los
relacionados con la actividad minera. De acuerdo con cifras de la Defensoría
del Pueblo, los conflictos sociales se duplicaron. Así, la proporción de
conflictos mineros sobre el total pasó del 10% en 2005 a más del 50% entre 2012
y 2013, y actualmente se mantiene en un 40%.
La situación
expuesta indica que existe un componente en la generación de conflictos que
puede ser atribuido a la incursión de la minería en las localidades por
distintos motivos. Sin embargo, a pesar de que teóricamente una mayor
inversión, empleo generado y rentas directamente retribuidas al desarrollo
local paliarían estos efectos, vemos una realidad muy distinta. Por tanto, cabe
preguntarnos: ¿en qué medida los gobiernos locales han influido en esta
situación? ¿Acaso no son ellos los responsables en última instancia de
redistribuir el presupuesto expandido por la renta minera en beneficio del
bienestar de su población?
La difícil política de los buenos tiempos
La Ley N.°
27506, Ley de Canon, especifica que un 50% del total del impuesto a la renta
bruto de tercera categoría recaudado de las empresas mineras en el país es
destinado al canon minero. Según datos del MEM, la transferencia de recursos
generados por canon minero ha acumulado aproximadamente S/ 39,000 millones de
2005 a 2016, y entre 2005 y 2012 reflejó un crecimiento promedio anual del 34%.
Del monto recaudado
anualmente, un 10% debe ir directamente a las municipalidades donde se realiza
la actividad minera; un 25%, a los municipios de la provincia donde esta se
lleva a cabo; un 40%, a los municipios del departamento; y un 25%, al Gobierno
regional. Es sumamente importante resaltar que el segundo y tercer monto mencionados
se reparten de acuerdo a una medida de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI),
que caracteriza a cada municipalidad. En otras palabras, sumado al 10% directo,
una municipalidad con un alto índice de NBI recibe una gran cantidad de
recursos adicionales al presupuesto ordinario (millones de dólares
adicionales), que deben ser administrados en su totalidad y de manera eficiente
para el desarrollo local. ¿Una pequeña municipalidad es competente y capaz de
administrar tal cantidad de dinero?
El objetivo de
la ejecución cobra entonces un aspecto vital para el gobernante. Si el alcalde
no gasta, el siguiente año se le recortará el presupuesto, por lo que se ve
obligado a invertir en obras poco productivas, sin beneficio directo para la
población. En ese momento, la población observa que, mientras la mina genera
tantos recursos y estos parecen permanecer en la caja fuerte de la
municipalidad, su situación de pobreza y la deficiente calidad de los servicios
públicos se mantiene; lo que constituye una importante causa, entre las
diversas existentes, de los conflictos sociales.
El análisis
previo muestra que el periodo de apogeo, picos de renta e inversión minera y
crecimiento económico trajo consigo un aumento en el número de conflictos
registrados en las localidades, y que existen señales de que muchos de ellos
prevalecen. Dejando de lado temas de corrupción, la evidencia demuestra que los
gobernantes locales no tienen la capacidad de manejar tales presupuestos y
mucho menos administrarlos eficientemente en infraestructura de calidad.
Fortalecer estas capacidades es una tarea de suma importancia para asegurar una
pacífica convivencia entre la población y las industrias extractivas.
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