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No estamos en azul, señor presidente
Por ComexPerú / Publicado en Junio 27, 2016 / Semanario 850 - Economía
![](https://www.comexperu.org.pe/upload/images/economia-4-250118-114739.jpg)
Recientemente, el presidente de la República, Ollanta Humala, señaló que
le está dejando a su sucesor la gestión “en azul y [una economía] hacia
arriba”. Si bien es cierto que el crecimiento que estima el Fondo Monetario
Internacional (FMI) para nuestro país es mayor al promedio sudamericano para
este año (3.7% versus -1%), eso no significa que nos encontremos en la mejor
situación. El Perú pudo suavizar el impacto, mas no cambiar la tendencia, de
los shocks externos, especialmente
del precio de nuestras exportaciones de commodities,
mediante la intervención monetaria y el (no muy exitoso) aumento del gasto
público.
Además, según la misma entidad, los fundamentos internos han afectado
las perspectivas económicas en su informe para las Américas. Así, si bien aún
somos vulnerables a una desaceleración mayor de China y una caída de los
precios de materias primas, existen factores internos que dificultan en mayor
medida nuestro repunte. Esto demuestra que quedan grandes reformas por hacer y
esa será la labor del próximo Gobierno. En efecto, no todos los ámbitos están
en “azul”, solo basta con analizar algunos indicadores para evidenciar que
nuestro país más bien está en rojo en muchos de ellos.
Debilidades
internas
No atraemos tanta inversión como podríamos,
especialmente inversión extranjera directa (IED). Este tipo de inversión se
caracteriza por ser de largo plazo y generar mayor acumulación de capital
productivo, empleo formal, dinamismo económico, mayores ingresos para el país y
estabilidad. Lamentablemente, según el reciente informe anual de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe, la IED en nuestro país ha caído por
tercer año consecutivo en 2015, lo que revela que no estamos en “azul” ni mucho
menos que somos el primer o segundo país que mayores incentivos brinda para
atraerla, como mencionó el presidente Humala. Indudablemente, el camino por
recorrer es arduo, ya que se registró una entrada de capitales de US$ 6,861
millones en 2015, lo que representó un retroceso del 13% respecto al año
anterior, cuando en América Latina cayó un 9.1% y en el mundo aumentó un 36%.
Esta caída se produjo principalmente por el retroceso en los préstamos entre
empresas y la reducción de la importancia relativa del sector minero en la
entrada de capitales.
Asimismo, la entidad reporta que la rentabilidad de la
IED en nuestro país cayó más que en toda la región (del 18% entre 2010 y 2014,
al 6% en 2015), lo que sucede normalmente cuando una economía es grande, muy
diversificada y competitiva. Este caso no es el nuestro y denota que, muy
aparte de los vaivenes de los precios de materias primas, la rentabilidad
también está afectada por la estructura productiva y empresarial de los países.
De
acuerdo con el último reporte de Competitividad Global 2015-2016 del Foro
Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), ocupamos el puesto 133 (de
140 economías) en cuanto a flexibilidad en las prácticas de contratación y
despido. No es una cuestión de ser “proempresa” ni “antitrabajador”, sino que
estos altos costos laborales impiden que 11.7 millones de peruanos, quienes
laboran informalmente, reciban beneficios sociales como en el sector formal. En tal sentido, urge que se coloque en la agenda
pública una flexibilización del mercado laboral peruano conjuntamente con
incentivos tributarios a las empresas que brinden capacitación
permanente a sus empleados, además de la promoción de educación superior de
calidad adaptada a las demandas laborales de los departamentos del país (ver Semanario N.°
823).
Por otra parte, el crecimiento económico y desarrollo del país también
dependen en gran medida del consumo, por ende de los ingresos de los peruanos.
Por lo tanto, dicho crecimiento no va a ser sostenible si estos no aumentan y
para ello es fundamental reducir la pobreza y fortalecer la clase media
emergente, según el Banco Mundial. Así, los programas sociales actuales como
Juntos o Pensión 65 deberían ser transitorios y centrar el foco de atención en
la productividad mediante mejoras en la calidad educativa y programas que
ayuden a potenciar el aparato productivo para la inversión (adecuada
infraestructura, reducción de costos logísticos, reducir la tramitología, entre
otros). De tal modo, nuestra economía será más atractiva, generaremos mayor
valor agregado y sentaremos las bases para un crecimiento sostenido menos
sensible ante los shocks externos.
Oportunidades
Entre 2000 y 2015, hemos atraído un 18% del monto total
acumulado por fusiones y adquisiciones transfronterizas de minería metálica de
la región, es decir, ocupamos el tercer lugar después de Brasil (28%) y Chile
(22%). Además, según el ranking sobre
destinos para invertir en minería elaborado por la consultora Behre Dolbear en
2015, el Perú figuró en sexto lugar a nivel mundial, hecho que evidencia
mejoras respecto de años anteriores. Sin embargo, esto se ve amenazado por la
alta conflictividad social en el país, especialmente en el sector minero y de
hidrocarburos. Resolver esta problemática con adelantos sociales[1]
o mayor inversión pública ex ante de
un proyecto, por ejemplo, es apremiante.
Somos parte de
dos de los bloques comerciales que concentran la mayor parte de la entrada de
capitales de IED a nivel global: TPP (34%) y APEC (54%). No aprovechar este
potencial sería una completa locura, pero necesitamos resolver los problemas de
nuestra propia casa y esperamos que el próximo
Gobierno lidere estas reformas. Porque no estamos en “azul”, señor presidente.
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