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UNA CHINA CADA VEZ MÁS LIBRE
Por ComexPerú / Publicado en Abril 05, 2019 / Semanario 979 - Economía

El ascenso de China como la segunda economía más grande del mundo marcó, sin duda, un antes y un después en el orden de la economía mundial. Desde 1980, bajo un modelo orientado a la exportación e inversión pública, principalmente en infraestructura, China creció a una tasa promedio del 10% anual. Sin embargo, en la última década, los altos niveles de inversión originaron retornos cada vez menores y un notable aumento de la deuda pública, lo que evidenció la insostenibilidad de largo plazo del modelo que, junto a un menor dinamismo económico (ver Semanario 970), condujeron a la actual transición hacia un crecimiento basado en el consumo interno.
Así, en los últimos años, las políticas del país asiático han estado orientadas, en parte, al fortalecimiento de la demanda interna, incentivar el consumo y aumentar el tamaño del sector servicios. De hecho, según la Oficina Nacional de Estadística de China, la participación de este último en el crecimiento del PBI pasó de un 39% en 2010 a un 59.6% en 2017. Asimismo, y en línea con el cambio de modelo, en 2009, la participación de la formación bruta de capital contribuyó con el 86.5% del crecimiento del PBI y, desde entonces, ha mostrado una tendencia decreciente hasta llegar a un 33.8% en 2017. No obstante la necesidad de un crecimiento más balanceado, dicha transición, sumada a una población cada vez más anciana (y que, por consiguiente, ahorra menos), ha traído notables implicancias en la estructura económica del país asiático.
En las últimas décadas, China ha registrado, año tras año, superávits en su cuenta corriente. Así, por ejemplo, en 2007, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el gigante asiático registró un superávit de casi un 10% de su PBI. De esta manera, fue durante más de veinte años uno de los principales prestatarios del mundo. Sin embargo, tal como se observa en el gráfico, su superávit ha venido reduciéndose considerablemente y, en 2018, su cuenta corriente registró su valor más bajo de los últimos veintitrés años, al alcanzar un valor equivalente a solo un 0.7% de su PBI. Al respecto, el FMI prevé menores superávits para los próximos años, mientras que entidades financieras como Morgan Stanley y Barclays estiman un déficit para 2019 y años siguientes.
Es importante mencionar que, si bien la cuenta corriente incluye tanto la balanza comercial de bienes y servicios como la renta neta de factores al exterior, también refleja el nivel de gasto de un país frente a lo que produce internamente. En este sentido, un menor superávit o un déficit en la cuenta corriente china sería consecuencia, principalmente, de la transición hacia una sociedad de consumo y una población cada vez más anciana. Ahora, si bien incurrir en déficit no necesariamente es malo, es importante contar con las herramientas para poder financiarlo, es decir, atraer flujos de capital del exterior, ya sea a través de inversión extranjera directa o inversión en cartera.
En este contexto, desde hace varios años, China ha venido mostrando mayores signos de apertura en este aspecto. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados, bajo el marco actual, la formación de una empresa de capital extranjero debe ser constituida, en conjunto, con capital local. Asimismo, la inversión extranjera se ve en la obligación de transferir conocimientos y tecnología. Igualmente, la inversión se encuentra restringida en una gran cantidad de sectores.
No obstante, la reciente ley de inversión extranjera, que entraría en vigor el 1 de enero de 2020, eliminaría dichos requisitos, ampliaría los sectores abiertos a la inversión extranjera, incrementaría la defensa de los derechos de propiedad intelectual y buscaría la igualdad de condiciones tanto para el capital local como para el extranjero, entre otros.
Si bien esta ley no liberalizaría del todo la inversión, pues aún existirían industrias restringidas, sería un importante paso que pone a China en la mira de inversionistas de todo el mundo. Asimismo, esta medida genera muchas expectativas, en tanto que podría aliviar las tensiones comerciales con EE.UU., al cumplir con las exigencias de economías de occidente. En lo que respecta a nuestro país, el fortalecimiento de la clase media china y la mayor demanda interna nos abre las puertas a una mayor demanda por productos no tradicionales. No obstante, el menor crecimiento de la economía y la menor inversión en infraestructura podrían afectar notablemente nuestros envíos de productos tradicionales, principalmente de minerales.
En este contexto, diversificar nuestros destinos y reforzar nuestras relaciones comerciales con otros mercados resulta esencial para garantizar el crecimiento de nuestras exportaciones en los próximos años. Asimismo, la liberalización de la inversión extranjera en sectores como el agrícola podría dar indicios de nuevos destinos atractivos para los inversores peruanos.
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