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…el Perú ha retrocedido en el Índice de Percepción de la Corrupción?
Por ComexPerú / Publicado en Febrero 20, 2017 / Semanario 880 - ¿Sabías que..
![](https://www.comexperu.org.pe/upload/images/sabias-que-081117-112250.jpg)
El Índice de
Percepción de la Corrupción (IPC), de la organización Transparencia
Internacional, clasifica a los países según las percepciones sobre el grado de
corrupción que existe en su sector público, y está compuesto por una
combinación de encuestas y evaluaciones efectuadas por diversas instituciones
de prestigio. El IPC es el indicador de corrupción más usado en todo el mundo.
En su edición
2016, sobre una escala de 0 a 100, donde 0 implica que un país se percibe como
sumamente corrupto y 100 significa que se lo percibe como muy transparente, el
Perú ocupó la posición 101 (con un puntaje de 35) de un total de 176 países, lo
que significa un retroceso de 13 posiciones respecto al índice de 2015. Si
analizamos cuál ha sido la tendencia en el periodo 2008-2016, encontramos que
nuestro país ha venido retrocediendo cada año, de manera sostenida, desde la
posición 72 que tenía en 2008.
Según se
menciona en el índice, actos generalizados de corrupción y de desigualdad
social ocurridos en el mundo en 2016 (como los casos Panama Papers y Lava Jato)
han provocado altos niveles de frustración y decepción de las sociedades frente
a su clase política, lo que ha generado contextos propicios para que se
impongan regímenes populistas. Así, el 69% de los países incluidos en el IPC
2016 obtuvieron una puntuación inferior a 50, siendo dicho año más los países
que descendieron posiciones que los que subieron.
Los países que
mostraron los mejores resultados fueron Dinamarca (90), Nueva Zelanda (90),
Finlandia (89), Suecia (88) y Suiza (86). En contraposición, en el fondo de la
tabla encontramos a Yemen (14), Siria (13), Corea del Norte (12), Sudán del Sur
(11) y Somalia (10).
Dentro del
continente americano, los mejores resultados fueron obtenidos por Canadá (82),
EE.UU. (74) y Uruguay (71), mientras que los peores fueron Nicaragua (26),
Haití (26) y Venezuela (17).
Como bien se afirma
en el índice, los países que se perciben como menos corruptos son aquellos que
se caracterizan por tener políticas de gobierno abierto, libertad de prensa,
libertades civiles y sistemas judiciales independientes; en cambio, los que se
perciben como más corruptos se distinguen por una impunidad generalizada,
gobernabilidad deficiente e instituciones frágiles. Así pues, contrariamente a
lo que algunos afirman, los niveles de percepción de corrupción no estarían
asociados a modelos económicos, sino a debilidad institucional.
En su libro Historia de la corrupción en el Perú, el
historiador peruano Alfonso W. Quiroz encontró que, durante el siglo XX, la
corrupción en el Perú ha estado asociada a los regímenes autoritarios y
militares, con énfasis en las prebendas por compras de armamentos. Asimismo,
destaca que los factores que han favorecido la corrupción son el control de
precios, la presencia abundante de empresas estatales, las tasas altas de
impuestos y aranceles, las prohibiciones, las cuotas, las barreras
burocráticas, los permisos y licencias, y las malas reglas y prácticas en
compras estatales.
En 2003, Ana
Eiras, analista política senior de
economía internacional de la Heritage Foundation, publicó el estudio titulado Ética, corrupción y libertad económica,
en el que explica la corrupción en términos económicos y muestra cómo la
libertad económica reduce las oportunidades de corrupción y promueve la ética,
pero no por sus implicancias morales, sino por su valor económico.
Así, concluye
que, a mayor libertad económica -entendida esta como mayor competencia, menor
intervención estatal (ya sea a través de tributos, gasto público o
sobrerregulación) y fortaleza e independencia del sistema judicial para aplicar
las leyes y proteger los derechos de propiedad-, menor corrupción.
Eiras entiende
la corrupción como un síntoma y no como la raíz del problema, y advierte que la
mejor forma de combatirla no es restringiendo las actividades privadas, sino
eliminando las sobrerregulaciones que propician estos actos de corrupción,
además de preservar la independencia y efectividad del sistema judicial para
castigarlos.
Por todo lo
anterior, la solución al problema que enfrentamos no va por restringir las
actividades de la empresa privada, cambiar el modelo económico o aprobar una
nueva Constitución, como lo vienen sosteniendo algunos sindicatos de
trabajadores y grupos políticos de izquierda, sino más bien por emprender las
acciones que el Gobierno viene impulsando, pero tal vez de manera más enérgica
y con mayor convicción.
Por el lado del
Ejecutivo, es necesario continuar implementando las medidas aprobadas por
delegación de facultades, referidas a la simplificación administrativa,
eliminación de barreras y mejora de la gobernanza pública. Por el lado del
Legislativo, blindar estas medidas y trabajar en las que sean necesarias para
fortalecerlas. Finalmente, por el lado del Poder Judicial, asegurar esa
independencia y predictibilidad que garantice su plena ejecución.
Solo a través de una acción coordinada y afín se logrará superar esta
amarga coyuntura y concentrarnos en el objetivo tan deseado de seguir creciendo
a futuro, en beneficio de todos.
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