Lo que ha sucedido en estos días a nivel nacional ha sido un parteaguas. El pueblo, a nivel nacional, ha dicho ¡basta ya! Y me refiero a todo el pueblo, no solo a una parte que se dice representar de forma divisionista. El pueblo es uno solo. 

Desde las revoluciones americana y francesa se cambia el eje de la autoridad, y se deposita en la ciudadanía la soberanía del país. Y son estos ciudadanos, que en conjunto conforman el pueblo, quienes eligen a sus representantes en elecciones democráticas. De ahí que el presidente elegido funja como un mandatario, un gobernante por mandato del pueblo y dentro de los límites de la Constitución. 

Y cuando el presidente se aleja del mandato conferido, o lo incumple, le corresponde legítimamente al pueblo hacérselo saber. Y eso es lo que ha sucedido recientemente. 

Lo que queda es atender ese reclamo con total responsabilidad y seriedad. Transcurridos ya varios meses desde las elecciones, es momento que el Gobierno entienda, de una vez por todas, que gobierna para el pueblo y que eso significa poner a gente proba y capacitada para atender los problemas que aquejan al país. 

El progresivo debilitamiento del aparato público, con la salida masiva de funcionarios de carrera y la entrada de gente improvisada y sin experiencia en gestión pública, pasa factura. 

Si uno de los principales problemas que arrastra el país desde hace mucho es la falta de oportunidades para que una parte importante de la población pueda alcanzar estándares de vida decentes, lo que se necesita es un Estado habilitador que garantice ese nivel mínimo de oportunidades. 

Y eso se logra con servicios de salud y educación de calidad, con conectividad, con buena infraestructura, con seguridad y con Estado de derecho. ¿Qué se está haciendo al respecto? El pueblo ya no puede esperar más. ¡A ponerse a trabajar!