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LA IMPORTANCIA DE INVERTIR EN LA PRIMERA INFANCIA: ¿CÓMO VAMOS EN LA DESNUTRICIÓN CRÓNICA?

Por ComexPerú / Publicado en Junio 17, 2022 / Semanario 1124 - Actualidad

La primera infancia es una vitrina de oportunidades de importancia decisiva para un país. Existe suficiente y rigurosa evidencia acerca del retorno económico y social de invertir en la primera infancia, la cual ha demostrado que el 90% del cerebro se desarrolla en los primeros 5 años de vida y, por lo tanto, ese periodo determina las oportunidades de aprender más adelante. Asimismo, invertir en los niños pequeños y sus padres puede lograr altas tasas de retorno para un país[1]. 

No obstante, la situación de los niños sigue siendo aún vulnerable en el Perú, con persistentes brechas en los principales indicadores de nutrición. Si analizamos la evolución de la tasa de desnutrición crónica infantil (DCI), según cifras de la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes), se observa que en 2012 fue del 18.1% y en 2021, del 11.5%, con respecto a una meta ideal del 5% planteada en el Plan Bicentenario. Por otro lado, en 10 años, la desnutrición crónica solo cayó 6.6 puntos porcentuales, y con respecto a 2020 no hubo una variación significativa. Esto representa un gran desafío para cumplir la meta propuesta, la cual aún estamos lejos de alcanzar. 


Sin embargo, a nivel departamental, la problemática es más aguda y evidente, y son Huancavelica (27,1%), Loreto (23,6%) y Cajamarca (20,9%) los departamentos con los más altos porcentajes de desnutrición crónica en niños menores de cinco años. En contraste, Moquegua es el departamento con el más bajo nivel de desnutrición (1.7%). 

A la alta heterogeneidad departamental se le suma el hecho de que los departamentos con mayor DCI son también los más pobres en el país. Esto nos indica la importancia de priorizar intervenciones relacionadas con mejorar la provisión de servicios básicos y la calidad de vida de los hogares en estos departamentos. 


Cabe resaltar que la DCI, además de tener un efecto social inmediato al elevar las posibilidades de enfermedad y muerte de nuestros niños, en el mediano plazo, afecta la acumulación de capital humano, que ha demostrado ser una de las variables que explica de qué manera los países como el nuestro puedan salir del atraso y el subdesarrollo, y que las familias en situación de pobreza puedan superar esa condición. 

Un niño que sufre de desnutrición crónica detiene su crecimiento físico y desarrollo intelectual debido a la falta de nutrientes y su aprovechamiento biológico, lo que le provoca daños irreversibles y afecta su futuro[2]. Una de las formas más efectivas para prevenir la desnutrición crónica es el cambio de comportamiento, por lo que se deben generar capacidades en las madres/familias respecto de mejores prácticas como promoción y apoyo a la lactancia materna, mejoramiento de la alimentación, prácticas de higiene, promoción de la desparasitación y vacunación de los niños. 

Diversas investigaciones económicas[3] evidencian que la inversión en intervenciones en etapas tempranas genera beneficios que exceden por mucho a los costos, dado el impacto en logros educativos posteriores, capacitación para el trabajo, generación de ingresos, productividad, reducción del crimen, entre otros. La Organización Mundial de la Salud (2007) señala que el Desarrollo Infantil Temprano (DIT) es un determinante de la salud, del bienestar y de la capacidad de aprendizaje de la persona que se da a lo largo de la vida. De esta manera, el DIT se convierte en la base del desarrollo humano y un aspecto clave para determinar el grado de éxito de las sociedades. 

Si bien se conoce la importancia de invertir en la primera infancia y cómo atacar la desnutrición crónica, la estrategia multisectorial que viene realizando el Gobierno hace muchos años tiene un avance lento y los resultados no son los esperados. En ese sentido, analizaremos la evolución del presupuesto y ejecución del Programa Articulado Nutricional (PAN), el cual nació en 2008 y busca directamente reducir la desnutrición crónica en niños menores de 5 años. El PAN es uno de los cinco primeros programas presupuestales multisectoriales en implementarse bajo un modelo causal basado en evidencia. 

Dicho programa se inició con un presupuesto modificado institucional (PIM) asignado de S/ 1,199 millones y, en 2021, ascendió a S/ 2,905 millones, lo que reflejó un incremento del 142% con respecto a 2008, con una tasa de crecimiento promedio anual del 7% desde su creación. En lo que se refiere al gasto, en 2021, se devengó S/ 2,707 millones, equivalente a un nivel de ejecución del 93.2% del PAN, el cual representa alrededor del 0.37% del valor de todos los bienes y servicios que se producen en nuestro país, una cifra significativa que no debemos pasar por alto. 


Sin embargo, a pesar del exponencial crecimiento en los recursos destinados al PAN, la desnutrición crónica infantil persiste respecto de las metas establecidas. Entonces, si existen recursos y los indicadores no mejoran de acuerdo con lo esperado, el problema quizá se encuentre en cómo se gestionan los recursos y, sobre todo, a nivel de los departamentos con mayores necesidades en este aspecto. Por ello, es importante el diseño de políticas públicas que permitan reducir significativamente o corregir la frágil situación en la que se encuentran algunos niños en nuestro país. 

Finalmente, debemos tener en cuenta que aún seguimos con los estragos de la pandemia y que debemos seguir trabajando para que la entrega de alimentos, el acceso a micronutrientes, entre otras intervenciones vinculadas sean más eficientes y que no se retroceda en los que tanto se ha trabajado. Esta situación genera una oportunidad para rediseñar la entrega de servicios y centrarla en el ciudadano, con un monitoreo a nivel estratégico, táctico y operativo en la implementación de actividades que tienen un impacto significativo en los resultados.


[1] Heckman, J. (2006). “The productivity argument for investing in young children. Early Childhood Research Collaborative.

[2] Walker et al. (2007). Child development: risk factors for adverse outcomes in developing countries. The Lancet, 369.

[3] Bhutta et al (2013). Evidence-based interventions for improvement of maternal and child nutrition: what can be done and at what cost? The Lancet, 382.


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